TABLAS DE MADERA

Un donostiarra se convierte en el primer español en construir tablas de surf de madera y el proceso se resume en un corto que se proyectará en festivales
A Kepa Álvarez siempre le ha tirado trabajar la madera, pero de ahí a construirse sus propias tablas de surf va un trecho. Un día cualquiera, no hace más de un año, decidió meterse en harina. Adquirió madera de pino y sapelly por 60 euros, y se encerró en el garaje de su casa. Por dónde empezar era un jeroglífico de difícil solución. «Que a mí me conste no hay nadie en España que haya hecho antes tablas de surf de madera», desvela el protagonista. Internet le dio las primeras pistas. Su experiencia como surfista -llegó a ser decimoquinto del mundo en longboard- y su intuición pusieron el resto.
Allí en lo alto del monte Ulía, comenzó a dar forma a su criatura. Luego vinieron dos más. Vuelta a los orígenes del surf. Madera, cola de carpintero y «muchas horas» de paciencia. Los pasos, sencillos a priori: un esqueleto, con su columna central y sus costillas; una plancha de madera por cada lado y para rematar, fibra de vidrio como cualquier tabla de surf que se precie. Dicho así cualquiera podría iniciarse en la materia. Nada más lejos de la realidad. «Los quebraderos de cabeza han sido múltiples. Sin referencias, más que las que he podido encontrar en páginas webs estadounidenses, he pasado noches en vela estrujándome los sesos».
El desconocimiento que por estos lares existe en este terreno llevó a este surfista de Gros y bombero del Parque de San Sebastián a grabar en vídeo todo el proceso sin más pretensiones que el dejar un legado para los atrevidos que puedan llegar en un futuro. La banda sonora, como no podía ser de otra forma, txalaparta acompañada de didgeridoo, un instrumento aborigen. Cómo no, también de madera.
En ocho minutos resume con maestría el largo proceso de creación. Tan bien le ha quedado el corto, que se proyectará próximamente en el festival de surf más prestigioso de Europa, el de San Juan de Luz, y en el Surfilmfestibal de San Sebastián. Quizás también, en el de Nueva York, el que más nombre tiene en el mundo.
Las expectativas de Álvarez se han desbordado, según confiesa. «No lo esperaba. A los directores de los festivales les ha gustado porque es algo novedoso, alejado de los vídeos de gente surfeando».
Lo que no dice es que en su corto también hay imágenes de agua. Son sólo las últimas, apenas treinta segundos. Lo justo para dar fe de que su tabla es surfeable. Se le ve surfeando en la playa de Gros en olas de un metro. Su cara lo dice todo: «No hay nada como surfear en una tabla hecha con tus manos»
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